Por Yúnior Gómez* | Colaborador

El mes de agosto llegó, una semana de mucha actividad y celebración nacional con motivo de las fiestas dedicadas al patrono de la patria, El Divino Salvador del Mundo. El mes de agosto para nuestra cultura popular es considerado un mes de buena prosperidad, cosechas, abundancia y oportunidades. “Hizo su agosto” se dice en un dicho popular refiriéndose a alguien que tuvo un golpe de suerte y le fue bien en su empresa.

El mes de agosto es también el mes donde vemos el fruto del trabajo en la tierra reflejado en la producción de la milpa y nos disponemos a disfrutar de nuestro esfuerzo y trabajo.

Con motivo de la época de cosechar, se organiza en diferentes partes del país, los famosos “Festivales del Maíz”. Algunas ocasiones con un fin religioso de agradecimiento por la cosecha obtenida, en otros casos como un ritual ancestral de celebrar la milenaria tradición del maíz como fuente de alimento especialmente en los pueblos mesoamericanos (Centroamérica, incluyendo la mitad meridional de México) y muchos pueblos de Latinoamérica principalmente con herencia indígena.

El Festival del maíz es una actividad también que tiene un propósito muchas veces meramente comercial. Debería idealmente ser una actividad de intercambio y trueque de especies y productos agrícolas de la época, pero también se comprende el factor económico al cual hemos sido sumergidos por la cultura del capitalismo y el oportunismo de aprovechar absolutamente TODO para hacer negocio. Es también una actividad donde los campesinos muestran la contribución importante que hacen a la sociedad al aportar el sustento básico de la sociedad mesoamericana y que los ciudadanos que nos dedicamos a otras tareas dentro de la sociedad podamos reconocer la importancia de este sector que ha sido el mayoritario en la historia de nuestras recientes repúblicas y el legado ancestral que ello conlleva.

Desde hace varias décadas se ha practicado esta tradición y desde entonces se ha mantenido. Para el sacerdote mártir Rutilio Grande S.J. quien muriera el 12 de marzo de 1977 junto a un anciano y un adolescente en una emboscada militar del ejercito salvadoreño en la carretera que del municipio de Aguilares conduce al municipio de El Paisnal del departamento de San Salvador. Esta festividad era una oportunidad para todos “ir al banquete, a la mesa de la creación, cada cual, con su taburete, tiene un puesto y una misión”.

“Su sentido de la fiesta (de Rutilio) como anticipo del Reino y su banquete fue otro de los grandes instrumentos de evangelización. La fiesta como lugar de fraternidad, de participación, donde a nadie le falta el “con qué”, con una mesa surtida y abundante sobre el blanco mantel, es lugar de descanso en la lucha y punto de partida para la misión. Al lado de las fiestas patronales, del Corpus, el Sagrado Corazón, San José, primeras comuniones etc., Rutilio relanzó la fiesta del maíz como fiesta de la hermandad. En la tradición maya, dominante en buena parte de Centroamérica, los indígenas se consideraban hechos de maíz. Es y era habitual, en época de cosecha en torno al mes de agosto, organizar fiestas del maíz, en las que se comparte el maíz preparado de diversas maneras. Rutilio retomó esta tradición y la convirtió en una expresión identitaria de hermandad, de autoafirmación y recuperación de la dignidad campesina. La fiesta del maíz se celebraba en torno al día de la Asunción, teniendo a María y a su canto del Magnificat como expresión básica del compartir y del amor de Dios a los humildes, pobres y sencillos. Y a partir de esas mismas ideas se elegía en las comunidades a la reina del maíz como servidora, como persona solidaria que compartía su trabajo y su calidad en los atoles, tamales, tortillas, riguas y demás platos derivados del maíz preparados para la fiesta. Mujeres servidoras, como María, para una fiesta del maíz que simbolizaba la vida y el propia (sic) sustrato de la vida que nos hermana y del que todos y todas estamos hecho (sic.)Treinta años antes de que los Documentos de Aparecida invitaran a todos los latinoamericanos a “aprovechar todavía más el rico potencial de santidad y de justicia social que encierra la mística popular”, Rutilio era ya, muchos años antes, un aventajado pastoralista en este campo.

(Fragmento de un artículo sobre Rutilio en la revista de teología de la UCA. por José María Tejeira S.J.)

Asistiendo a varios festivales del maíz a través de los años, me dio la curiosidad de preguntar a una señora religiosa de una comunidad de Suchitoto ¿cual es el origen de los festivales del maíz? Me contó la siguiente historia que comparto en vísperas del festival del maíz.

“Fíjese que cuando terminó la guerra, o mejor dicho cuando las comunidades de Suchitoto recién nos repoblábamos, venir a la misa a Suchitoto nos daba miedo a las personas de las comunidades por la presencia del ejercito.

Nosotros servíamos como pastoral de las comunidades y de igual manera por venir de las comunidades la gente de la ciudad tenia desconfianza de nosotros en cierto sentido. La relación con la iglesia y el sacerdote era a través de las hermanas de la caridad que eran extranjeras y ellas venían con el padre a las comunidades y con ellas también íbamos a la iglesia nosotros para coordinar los servicios religiosos. De esas hermanas solo la hermana Peggy sigue aquí, menciona la señora.

El padre Alberto Menjívar era el párroco en Suchitoto en esos años y con las hermanas de la caridad decidieron organizar el festival del maíz. El Objetivo era que conviviéramos la gente de las comunidades y de la ciudad para romper esos miedos. Organizamos unas carrozas en carretas tiradas por bueyes, bien decoraditas y en ellas se paseaban las reinas del festival del maíz que salieron de las comunidades. Las comunidades aportamos mucho del maíz que se usó y fue un éxito porque de ahí comenzó a haber confianza entre cristianos del campo y la ciudad”. Recuerda Doña Lucia Olmedo.

Escuchando esta historia me motivó a llegar con más devoción a cada festival del maíz a disfrutar de las creatividades culinarias de las mujeres que cocinan el maíz y del trabajo diario de nuestros campesinos que año con año producen el sostén de sus familias y de los salvadoreños.

Sabiendo que también ha servido como un vinculo de hermandad y reconciliación entre los pueblos y las comunidades me imagino de otros municipios del país especialmente en aquellos donde la guerra civil fue igual de intensa como en el municipio de Suchitoto.

Espero que los y las que lean este escrito lo tomen como un elemento más para asistir a los festivales del maíz a convivir y disfrutar con un sentido de agradecimiento por la cosecha que a pesar de las inclemencias de la naturaleza todavía es posible compartir entre los productores y los asistentes a los festivales.

*Yúnior Medardo Gómez, Licenciado en Idioma Inglés Opción Enseñanza. Originario de Santa Marta en Cabañas. Vive en Suchitoto y trabaja como Director de Delegaciones de CoCoDA. www.cocoda.org.

 

­