Por Leonel H. Rivas | Opinión

La carta que Lil Milagro Ramírez escribe a su padre en agosto de 1971 es reveladora por varios aspectos. Explica las razones que le llevaron a la clandestinidad, el proceso de maduración personal y política, su lucha en otros frentes antes de tomar su transcendental decisión, prepararse para un cambio radical en el país.

Como poeta, Lil tenia una pluma tendida y precisa a la hora de señalar en sus cartas sus sentimientos y convicciones, atender los asuntos familiares y políticos del momento.

Es entonces cuando escribe a su padre una interesante reflexión sobre el rol del partido y el convencimiento de la Juventud Demócrata Cristiana, a la cual Lil pertenecía y era dirigente, “que por la vía eleccionaria no iba el pueblo a llegar al poder en este país”.

Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente y no por ello, queda Lil fuera de contexto. Quiero en este sentido retomar una reflexión que llevo ratos pensando.

Antes de las elecciones del 4 de marzo, todos fuimos testigos de la campaña “anula tu voto” o “no salgas a votar”, que hay que decir de paso, dio a la derecha un fuerte espaldarazo para quedarse con la mayoría de municipalidades y mayoría parlamentaria. Ahora esa misma derecha, que algunos ayudaron a ganar, quiere privatizar el agua y reformar el art. 105 de la Constitución de la República que sirve de candado a los acaparadores de tierra y grandes latifundistas.

Tal es el caso del exalcalde de San Salvador Nayib Bukele. Pueden encontrar en YouTube sus palabras, cuando dijo en un acto público en Morazán el 14 de enero pasado: “Yo les voy a pedir un favor. El favor que les quiero pedir es el siguiente: la próxima elección que es en marzo no va haber “Nuevas Ideas” en la papeleta. Voto nulo y si le da pereza quédese en su casa viendo televisión”.

Ya lo venía haciendo desde antes, pero al ser expulsado del FMLN, con toda la furia dentro incrementa su ataque virulento contra el gobierno y su ex partido. A partir de entonces su campaña de desgaste tenía nombre y apellido, hacer fracasar al FMLN, lo cual hizo mella en la militancia farabundista y en otros sectores de apoyo, lo que favoreció a la derecha.

Una campaña anti elección parece tener valides en circunstancias excepcionales, cuando la vía electoral es un recurso agotado como en décadas pasadas.

Pero, cuando quien llama anular el voto o abstenerse es un político con su ego dolido, que se cree con el derecho de hacerlo porque no es candidato, hay mucho que cuestionar.

Nayib fue electo dos veces por los votantes del fmln, y digo esto porque para entonces, no tenía la popularidad que hoy tiene y fue gracias a la robustez de un partido como el fmln que le agenció dos victorias seguras. Hay que decir de paso, que para nadie es un secreto su aspiración de ser candidato presidencial por este partido político, pero desconozco las razones de fondo que le frustraron ese sueño.

Nayib debe madurar y comprender que el mundo no gira a su alrededor. Que en todo caso sólo es otro político más, con sus propias ideas y su derecho a promoverlas. Además, en sus supuestas “nuevas ideas” no todos creen y que sea el salvador de la política y del país, menos.

Con su campaña anti FMLN, Nayib quería despotricar el instrumento del cual se sirvió, y con su campaña anti elecciones se puso al descubierto, pues llamar al voto nulo o quedarse en casa, porque según su narcicismo desbordado no habían “nuevas ideas en la papeleta”, era una burla total al pueblo. Hay que estar fuera del circo electoral para descalificarlo y tener solvencia, de otra manera es pura charlatanería.

Un buen ejemplo de lo que digo es lo que Lil explica a su padre en esa carta, su confianza con los pies en la tierra que por la vía electoral el pueblo jamás conquistaría el poder.

“Yo volví en julio del 69, en octubre formaba ya parte de la dirigencia de la juventud a la cual habíamos entrado un buen grupo de los antiguos social cristianos de la universidad, con el fin de hacer del partido un instrumento al servicio de la causa del pueblo, conscientes de que en la actualidad no lo era, pero, con la esperanza de transformarlo desde adentro. Estaban próximas las elecciones, nuestra tesis por entonces, era que el partido no se debía prestar a un juego electoral, ya para entonces la venda se había caído de muchos ojos y se criticaba en forma abierta a la guerra. Hubo en el partido un seminario pre eleccionario y ahí peleamos porque el partido se pusiera en posición combativa, recuerdo que la juventud tenía claro que por la vía eleccionaria no iba el pueblo a llegar al poder en este país, sin embargo, aún teníamos miedo de afirmar que se debía buscar otro camino y mucho menos de decir que la vía armada era la solución para América Latina, como lo estaba siendo en el Vietnam y como lo había sido a través de toda la historia; y cuando se nos planteó la pregunta de si el partido no estaba formado para buscar el poder por medio de las elecciones, para qué debería servir, comenzamos a ser débiles, y al fin la solución que se tomó fue un poco rara: antes que luchar por nuevos éxitos electorales deberíamos luchar por adquirir poder social, esto es, por buscar apoyo popular, organizar al pueblo, concientizarlo despertarlo y no engañarlo diciéndole que con una votación ganaría el poder. Y si acaso, en una votación se lograba algo, el ejército llegaría a un golpe de estado y por las armas impondría de nuevo la dictadura militar como es costumbre. Dijimos que las elecciones deberían aprovecharse como tribuna del pueblo para decir las verdades y no como medio para llegar al poder, y así nos embarcamos. Un nuevo error, el partido estaba empapado hasta la médula del sistema eleccionario, las elecciones eran su principio y su fin, su factor aglutinante y su espina dorsal. A pesar de todo nos creímos capaces de hacer algo más, y confiamos en que estando organizados podríamos llegar al pueblo y hablarle, despertarlo y hacer que comenzara un proceso revolucionario, pero no contábamos con las limitaciones naturales de nuestro radio de acción, no prevenimos que cuando se entra al juego electoral todo lo demás carece de sentido, y que al optar por las elecciones estábamos admitiendo el "sistema democrático" de estas sociedades burguesas y renunciando automáticamente a cualquier otro medio de lucha, y dándole al gobierno la oportunidad de fingir que éramos un país libre y democrático, en donde la oposición tiene "derecho" a competir en procesos electorales y a ser derrotada por el voto popular, permitimos una vez más que ellos pusieran en juego su mecanismo de fraude electoral y volvieran a ganar amparados en una falsa legalidad. A las tres semanas de campaña política a la que nos entregamos con el entusiasmo propio de la juventud, habíamos perdido nuestra orientación, sólo se trataba ya de ganar, los días que siguieron fueron absorbentes y nos obnubilaron por completo en medio de la campaña, creamos el movimiento femenino, esto desvió más nuestra atención (al menos en lo que a mí respecta) y como tuvimos un éxito inesperado, nos lanzamos a esta tarea con mucho entusiasmo, creyendo que algo podría lograrse en el futuro, organizando a la mujer políticamente, pero olvidamos que la estábamos organizando bajo un pequeño partido burgués y no revolucionario. La realidad de una derrota innegable y rotunda nos hizo caer de golpe y porrazo en la realidad, ese golpe nos llevó de nuevo a la reflexión, y lo que pensábamos antes se hizo más maduro y definitivo. En Semana Santa la juventud tuvo una reunión y allí nos sinceramos bastante, si seguíamos en el partido, las cosas iban a ser siempre iguales, estaríamos toda la vida preparando elecciones y perdiendo el tiempo y dejando que el oportunismo y la demagogia que estaban a la orden del día prostituyeran nuestra labor que por otra parte era inútil para la revolución, no era en un partido burgués donde iba a comenzar el proceso revolucionario, porque sus dirigentes eran de ideología pequeño burguesa y le hacía el juego al gobierno, eran oposición mientras no llegaran al poder, pero una vez en él, no estaban dispuestos a realizar los cambio profundos que una revolución exigía, porque eso iba contra sus propios intereses personales. De nuevo comenzamos a pensar que era otro el camino, pero esta vez, el grupo era más reducido, y teníamos además que afrontar la realidad cara a cara, en el país no había una verdadera vanguardia revolucionaria, tenía que crearse a partir de cero, una organización de izquierda que le sirviera al proletariado y que fuera capaz de desarrollar nuevos métodos de lucha, en esto no éramos nada originales, Guatemala habría llegado a esa conclusión hacía casi 10 años y los demás países de Sudamérica, con Uruguay a la cabeza, andaban por el mismo camino. Nuestra propia experiencia nos lo señalaba ahora, el enemigo de clase era poderoso y tenía un ejército y armas que no dudaba en usar contra el pueblo y no era ciertamente con las manos vacías y el pecho al descubierto como la revolución triunfaría y llegaría al poder, comprendimos que las clases económicamente poderosas estaban en pie de guerra contra el pueblo desde hacía muchos años, robando y explotando al amparo de las armas”.

Bajo una lectura crítica y profunda de las circunstancias y del momento histórico que vive el país, Lil está segura que no queda otra alternativa que preparar condiciones para un camino largo y tortuoso, la guerra, como medio para un cambio radical y profundo del país.

Mientras Nayib con su campaña anti elecciones y anti FMLN solamente quería ser el candidato de la desesperanza, pues como dice Buena Fe “la desesperanza tienes sus voceros”; Nayib, Dagoberto Gutiérrez, Walter Araujo y demás compañía, todos repitiendo el mismo discurso, aunque sabían de sobra, porque no son tontos, que eso ayudaría a fortalecer el triunfo electoral de la derecha oligárquica y su programa antipopular, que aplicarán sino se les hace frente.

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