Por Adolfo Ernesto González y Julio Alejandre.

Vivimos inmersos en un presente que nos absorbe y nos abarca y avanzamos paso a paso, mirando hacia abajo y hacia adelante, sin conciencia clara del progreso conseguido. Pero es bueno de vez en cuando hacer un alto para valorar el camino recorrido.

La comunidad Santa Marta cumple 30 años de su fundación, lo que en sociología se considera el tiempo medio entre una generación y otra. Es, por tanto, un momento apropiado (con los pies en el presente y el pensamiento en el futuro) para volver la vista atrás y hacer balance y también memoria, para rescatar las imágenes, las vivencias y recuerdos de aquel primer retorno del campamento de Mesa Grande, de los otros retornos y en general de los primeros años de la Comunidad, de modo que ayude a comprender el avance alcanzado.

Desde la distancia y el relativo desconocimiento que da vivir en otro país y en otro continente, pero también desde la cercanía que sentimos quienes hemos formado parte de la historia de Santa Marta, aunque sea en una pequeña medida, nos gustaría felicitar a la comunidad, a sus habitantes, a sus líderes y a todos y todas aquellos que han hecho posible su existencia, su desarrollo y también su futuro.

Es indudable que en estas tres décadas se ha producido un desarrollo enorme en las condiciones de vida de la población: vivienda, agua, electrificación, etc.; en el desarrollo de la mujer, su papel en la vida pública, social y organizativa, su presencia en las instituciones y su liderazgo comunal; en el alto nivel organizativo alcanzado, tanto comunal como cooperativo y asociativo; y de manera muy especial se evidencia el gran avance en la formación y educación de la población infantil y juvenil gracias al esfuerzo y la claridad de la Comunidad en su apuesta por la educación, construcción, ampliación y dotación de las escuelas, formación y titulación del profesorado, establecimiento de nuevos niveles educativos y acceso a la educación universitaria de gran número de jóvenes.

Fruto de esta implicación de Santa Marta con la educación, que ya era evidente desde los tiempos del campamento de Mesa Grande, en Honduras, y de su enorme y claro compromiso social y político, es que en la comunidad tiene una gran importancia el papel de la juventud y se está logrando un relevo generacional en el liderazgo, fundamental para mirar al futuro con esperanza.

En el balance de estos 30 años, también es necesario colocar en valor el papel de la comunidad en defensa de la naturaleza, la lucha contra la minería, la defensa del agua y de las tierras comunales, así como destacar la creación y desarrollo de medios de comunicación propios (como la radio Victoria, Abriendo Brecha o las redes sociales). Y todo ello en medio de un entorno hostil, plagado de dificultades y de poderosos enemigos (políticos, sociales y económicos) que a lo largo de estos años han amenazado el desarrollo, la integridad y la identidad de Santa Marta.

Sin embargo, con voluntad, con la colaboración y ayuda de amigos y aliados y, sobre todo, con el compromiso de muchos hombres y mujeres de la comunidad y de una nueva generación de jóvenes, Santa Marta ha sido y sigue siendo, dentro y fuera de las fronteras de El Salvador, un símbolo de lucha social y de construcción de un mundo diferente.

Desde la distancia, pero también desde el corazón, les enviamos ánimos para continuar en ese camino y seguir construyendo un futuro para las generaciones que vienen detrás.

 

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