Por BLANCA MIRNA GONZÁLEZ

El Salvador de 1980 convulsionado y en guerra, la represión era cada vez más generalizada y brutal.

La incorporación de muchos hombres y mujeres de la comunidad Santa Marta a la organización y al ejército revolucionario del FMLN pusieron en la mira y con ella la amenaza de más y peores ataques eran de imaginar, los cuales se hicieron efectivos los días 15, 16, 17 y 18 de marzo 1981.

El plan de las fuerzas armadas era realizar un ataque sistémico a todos los caseríos de la zona: Santa Marta, El Peñón, El Rodeo, La Pinte, Pena Blanca, San Jerónimo, Los Planes, San Felipe, entre otras. Durante esos días, las personas comenzaron a abandonar sus hogares, llevándose lo poco que podían cargar en hombros y manos, salieron temprano "todo lo que teníamos lo dejamos, en ningún momento dudamos en quedarnos” comenta doña María Juvencia Rodríguez de 89 años de edad, quien, mientras descansa en su hamaca relata de qué forma se les informó que tenían que salir de sus casas por que se acercaba un operativo de la fuerza armada. Comenta que eran los doce del mediodía, preparaban el almuerzo, su hija estaba en la piedra de moler con la bola de masa y ella esperando para palmear las tortillas, cuando llegaron y les dijeron que se fueran "yo lo que hice fue salir a la quebrada a encontrar a Don Fausto, quién venía con la mula con una carga de sácate, el dejó su mula y salimos quebrada a bajó junto con los demás y nos quedamos a pasar la noche donde don Chávelo de la Margarita ahí pasamos la primer noche". El operativo comenzó el 15 de marzo, ese día se iniciaron las evacuaciones de todos los caseríos de la zona.

Los jefes de la guerrilla reunieron a la población civil y la fueron llevando por etapas para no exponer la ubicación de las personas. "La gente buscaba donde había tatús o casas para ocultarse, mientras los que coordinaban, caminaban adelante viendo la forma de cómo hacer una brecha donde pasara la población” explica María Ester Hernández. El traslado de la población significó mucho tiempo de retraso, aunque el nivel de organización fue tal que permitió sacar a personas de diferentes puntos a un sólo lugar, al río Lempa. "El 17 a mí me trasladaron de San Juste a Los Talpetates, de ahí nos dirigimos a La Pinte, en todo ese trayecto nos disparaban y tiraban bombas, llegamos a La Peña ya en la tarde, ahí durante ese camino mataron a un hombre y nos quedamos un momento mientras lo enterramos y después salimos rumbo al río Lempa" recuerda Ester.

De La Peña se dirigió a la población rumbo al río Lempa, caminaron toda la noche; un trayecto que normalmente se hace entre unos 30 a 45 minutos tardó toda la noche "fue a paso de hormiga", los primeros según sus testimonios llegaron como a las 5:00 de la madrugada del día 18 de marzo. "Aclarando llegamos nosotros al río Lempa, llevaba a los cipotes, a la Lucía y a Juan lo llevaba chineado, los metí en una cueva ya que no los podían pasar porque aquel gran gentío, más tarde un hombre me pasó unos, primero pasaron a la Silvia y a la China de la comadre Julia, como ya habían puesto un mecate de un lado a otro del río” recuerda Santos Hernández. "Yo lo que hice fue acurrucarme y resignarse a que nos mataron y sólo veíamos a las gentes como tumbeaban en el río muertos” comenta Juvecia Rodríguez. "Nosotros gracias a dios encontramos una gran cueva que era una gran piedra, ahí nos metimos entre unos cinco a seis personas y las que quedaban afuera, cuando pasaba el avión rociando les hirieron las piernas, cuando se calmaba el fuego decían a pasar gente” señala Ester Hernández.

¡“Quién por mí”! Es la frase que más me impactó de su testimonio. Francisca Hernández tenía en ese entonces 11 años de edad, la dijo mientras se encontraba sola con su hermano pequeño y su hermano mayor herido en la orilla del río Lempa, a su hermano lo habían herido la noche del 17 de marzo y temprano lo habían dejado para que lo pasarán, pero la desesperación y el caos de todas las personas que querían cruzar no pudo hacer posible su traslado al otro lado. Preocupada por su hermanito de 6 años y su hermano herido no se dio cuenta que estaba herida de su pierna, sólo recuerda que cuando comenzaron a dispararles los soldados de Honduras, ellos se ocultaron en las rocas y una de las balas rebotó en una piedra y le impactó en la pierna, desde ese momento y todo el día ella no fue consciente de su herida. "Al principio yo pensé que era piedra o una estaca que me había metido según había sido la rebatina, yo con agua del río me lavaba "... "a mi mamá la perdimos todo ese día del 18, sólo yo y el gentío para un lado y otro lado y Andrés lloraba, se hicieron las cuatro de la tarde, yo lo que hice fue tirarle hojas para que no lo vieran los soldados y le alcanzaba agua del río, él decía yo me ahogo, porque estaba en la pampa del sol y yo como chiquita ¿Cómo lo arrastraba?, me ponía a llorar y pedía que me pasarán al niño pequeño y entonces fue que vi que venían el Padre Beto y el Padre Toño y la muchacha Ivon que estaba pasando a niños, ella fue la que nos salvó la vida, es la única que yo recuerdo más de esa guinda” .

Los sobrevivientes del 18 de marzo relatan la historia de una comunidad que poco a poco puede ir olvidando lo que sufrió, si los que no fuimos parte de los hechos más abominables que los seres humanos pueden cometer a sus propios semejantes no le damos el valor suficiente a nuestra historia. Que hubiera pasado sí Francisca Hernández no fuera una sobreviviente ni Juvencia Rodríguez, hoy ninguna de ellas estaría compartiendo con sus nietos y sus nietas, sin nuestros padres ahora muchos no existiríamos, como no existen los hijos de los cuatro hijos de María Juvecia Rodríguez que perdió en la guerra, o los parientes fallecidos de María Ester Hernández, a todos los sobrevivientes, la guerra de igual forma les dejó marcas tanto físicas como emocionales que nunca van a olvidar.

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