Por Leonel H. Rivas

El reloj marca las 4:00 de la madrugada y el rugido de los motores de los buses y camiones irrumpe el silencio de la noche y confirma que el momento de partir en un viaje incierto ha llegado. Cada 10 de octubre a esa misma hora lanzan a los cielos cohetes de vara. Así comienza la celebración del primer retorno a casa todos los años en Santa Marta.

El “comunicado de prensa del Centro para Refugiado Centroamericanos” , fechado el 9 de octubre de 1987 afirma: “Confirmaron hoy por la tarde los 4,500 salvadoreños refugiados en campamentos militarizados en Mesa Grande, Honduras, que mantienen su compromiso de seguir adelante con sus planes de salir a las 4:00 de la mañana el sábado con o sin autorización por el gobierno salvadoreño. Ayer, el gobierno salvadoreño y el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Ayuda a los Refugiados (ACNUR) se oponían al movimiento de repatriación, pero hoy en día ambas entidades cambiaron de postura y se pusieron de acuerdo en apoyar a la repatriación”.

Carlos Bonilla, líder histórico e integrante del Comité de Repobladores en el año 87, recuerda que la determinación era tal que estaban resueltos al éxodo, emprender el camino a pie sí ACNUR y el Gobierno Salvadoreño mantenían su palabra de no apoyar el retorno, puesto que su decisión de regresar a sus lugares de origen estaba tomada y no había marcha atrás.

Como bien se relata en el libro Una Sistematización de la Educación Popular en el Cantón Santa Marta, Cabañas, El Salvador 1978-2001, en 1986 se formó la “comisión tripartita, compuesta por representantes de ACNUR y de los gobiernos salvadoreños y hondureños. La comisión discutía el futuro de las y los refugiados incluyendo posibles planes de una reubicación o repatriación. Resultados de estas discusiones, en diciembre de 1986 Jean Pierre Hocke de ACNUR les planteo a las y los refugiados representantes de los 7 campamentos, tres opciones: 1. Integración legal en Honduras. 2. Regresar a El Salvador bajo amnistía total pero gradual e individualmente y no a sus comunidades sino a los lugares que el gobierno determinara. 3. Asilo en un tercer país” .

La respuesta de los refugiados “motivados por los ejemplos de repoblación de comunidades desplazadas como San José Las Flores en el departamento de Chalatenango y Hacienda El Barillo en el departamento de Cuscatlan”, fue “una cuarta opción: La repatriación masiva a sus lugares de origen” .

Algunos de los factores que motivaron la repatriación fueron: “La reducción presupuestaria para mantener la ayuda humanitaria a los refugiados, los operativos militares realizados por el ejército hondureño al interior de los campamentos y el deseo de retornar a sus lugares de origen” . Hay que “mencionar también que la decisión de las y los refugiados coincidió con la estrategia política del FMLN consistente en fortalecer su apoyo en zonas bajo su control”.

Las comunidades repobladas en ese primer retorno fueron: Santa Marta en Cabañas; Copapayo en Cuscatlán; Las Vueltas, Guarjila y Guarjilita en Chalatenango.

Bartolomé Enrique Otero, líder comunitario, integrante del Comité de Repobladores, recuerda que luego de una serie de retenes, los buses llegaron hasta Ciudad Victoria pasada la media noche, “allí el coronel nos recibió diciendo cosas”, “solo los camiones llegaron hasta el desvío” esa noche con las pertenencias, “yo llegué hasta el tronco de la cuesta del Zorrillo caminando, ahí dormí, no alcancé a llegar hasta el grupo (La Escuela) esa noche, hasta el siguiente día”, el 11 de octubre . La comunidad estaba hecha “una completa selva… en siete años de abandono, todo había desaparecido” .

Mil ocho personas llegaron a Santa Marta y con la misma comienza la etapa de reconstrucción, tarea nada fácil al encontrar una comunidad desbastada por la guerra. Construir champas, carretera, agua, comprar tierra donde vivir y asegurar la producción colectiva fueron algunas de las tareas más inmediatas que atendieron como liderazgo y población en Santa Marta, recuerda don Bartolo.

Nada de lo que hoy es Santa Marta y lo que será en el futuro se podrá explicar sin tener en cuenta las implicaciones de este acontecimiento sin precedente en la historia reciente de El Salvador y América Latina.

Al igual que las demás comunidades repobladas, Santa Marta también conmemora 28 años de esmerado trabajo para rehacer sus vidas, superar dificultades y construir alternativas de futuro, que hoy celebra con júbilo este 10 de octubre.

­